
TOMB RAIDER: SINKING
PRÓLOGO
Después de que la Mansión Croft quedase destrozada debido al incendio provocado por la Doppelgänger de Lara, el equipo y ella se trasladaron a la segunda finca de las tres que le dejó Richard, su padre, en el testamento.
Estaba todo destartalado y sin amueblar, pero eso sólo duraría unos días, ya que Lara acababa de contratar a unos trabajadores para arreglar su nuevo hogar.
Era prácticamente igual que la mansión que habían dejado atrás, pero debía quedarse allí por lo menos hasta que la otra se restablezca.
Lara bajó al vestíbulo, en el que se encontró a Winston supervisando las obras.
– Parece que de momento todo va bien – admitió Lara.
– Así es, señorita Croft, aunque prefiero… vigilarles de cerca, ya sabe, por si acaso – explicó Winston.
– En efecto, gracias por todo Winston, por cierto, ¿has visto a Zip?, he de hablar con él – preguntó ella.
– Así es, está en el nuevo centro informático, quiere que todo esté bien ordenado – respondió el hombre.
– Gracias… nos vemos luego – concluyó Lara.
La joven caminó hasta el nuevo centro informatizado y allí se encontró a Zip, tal como Winston se lo había dicho, se encontraba mirando unos papeles algo extraños.
– ¿Qué es eso? – preguntó Lara con curisosidad.
– Los acabo de encontrar, son antiguos tratados que hablan de un artefacto, una especie de daga que quiso ir a buscar tu padre en vida, pero que nunca llegó a hacerlo – respondió Zip.
– Y… ¿en dónde se encuentra cierto artefacto? –
– Puede que no te lo creas… pero se halla – Zip tomó aire antes de continuar -. En México, concretamente en Ciudad de México, su capital.
– Bien… pues si mi padre iba en su búsqueda, yo iré también –
Lara dio media vuelta.
– Winston, prepáreme la equipación adecuada para México, toca trabajar, ya era hora de que volviera a la aventura –
CAPÍTULO 1: EL ASCENSO
CIUDAD DE MÉXICO. MÉXICO.
Lara se encuentra escalando una de las montañas más altas del extrarradio de la capital Mexicana. Sin material de escalada adecuado, simplemente con dos piernas y dos manos.
– Zip, ¿cuáles son los últimos registros de la búsqueda de mi padre? – preguntó Lara mientras seguía concentrada en la montaña.
– Pretendía subir a la montaña que estás escalando en estos momentos, pero al parecer tuvo que volver cuando le informaron de tu accidente en Nepal, y nunca más volvió a México – respondió Zip desde la Mansión Croft.
– Ajá, entonces puede que encontremos algo que nos llame la atención allí arriba – sugirió la señorita Croft
– Ese es el caso, Lara… Pero ten mucho cuidado – advirtió Zip.
– Lo tendré, corto –
Lara continuaba subiendo la montaña hasta que llegó a una parte más alta de esta para poder descansar, unos minutos más tarde continuó con el alpinismo hasta que logró escuchar un sonido ensordecedor, al parecer de helicóptero…
«¿Pero qué? – pensaba Lara .- Aquí no se puede acceder con helicóptero, el desprendimiento está asegurado».
Lara echó la mirada hacia atrás para saber con certeza de qué se trataba.
El helicóptero ascendió hasta llegar a su altura y Lara pudo ver en él a Amanda Evert saludando. Lo pilotaba uno de sus matones.
– ¿Qué haces aquí? – gritó Lara -. ¿Acaso no sabes del peligro que corremos todos en esta montaña por tu incompetencia? Con ese helicóptero podrías provocar un desprendimiento.
– No me importa Lara, no después de lo que hiciste en Nepal – respondió Amanda.
– Te disparé porque intentaste matarme, tuve razones suficientes y lo sabes – se defendió Lara.
– Como quieras Lara, no tengo nada más que hablar contigo. Nos vemos en la cima –
El helicóptero de Amanda continuó ascendiendo, Lara se puso manos a la obra y siguió escalando. Amanada no estaba ahí por nada, seguramente supiese lo del artefacto de mi padre. Pero no sé cómo o dónde ha conseguido esa información, no lo sabía ni siquiera yo.
Lara continuó escalando la montaña más rápido que antes, Amanda no iba a hacer nada bueno, eso era seguro. Pero la arqueóloga estaba dispuesta a pararla los pies antes de que fuera demasiado tarde. No podía perder ni un segundo, Amanda no podía adelantarse a su descubrimiento porque sino nunca averiguaría lo que ocultaba su padre.
CAPÍTULO 2: LA LLEGADA
Zip entró sobresaltado por el comunicador.
– ¿Se puede saber que hace Amanda ahí? Te juro que yo no la he dicho absolutamente nada –
– No lo sé Zip, pero no me trae nada bueno, ella me da muy mala espina y si hubiera querido frustrar mis planes ahora podría haberme matado directamente, como intentó hacerlo en Nepal… – explicó la arqueóloga.
– Espera, Amanda estuvo con Natla una larga temporada y Natla conocía mucho acerca de tu padre, quizás venga ahora para ver qué era lo que buscaba allí arriba – dijo Zip algo confundido.
– Ya me espero cualquier cosa Zip, solo sé que podré verlo con mis propios ojos. Acabo de llegar a la cima y veo el helicóptero de Amanda unos metros más adelante, esto es enorme. Voy a ello – informó Lara.
– Ten cuidado Lara, sus hombres te estarán esperando, te dejo tranquila – concluyó Zip.
La arqueóloga observó su PDA para comprobar gracias al radar si había algún sujeto cerca de ella y así era.
Lara desenfundó sus dos pistolas y se acercó de cuclillas hasta llegar al transporte de Amanda, uno de sus mercenarios se encontraba apoyado en él. Pero ella estaba segura de que ese no había sido el piloto que vio mientras ascendía hasta la cima. Se acercó por su espalda y le agarro del cuello para después noquearle y tirarlo al suelo. Siguió su camino hacia lo que parecían unas minas abandonadas. Amanda y su equipo deben de estar allí.
Dos de sus matones vigilaban la entrada a la mina. Llevaban unas ametralladoras pesadas, Lara los observó desde una distancia en donde no la vieran y les rodeó. Unos segundos después Lara entró en acción y saltó hacia ellos mientras disparaba. Los matones no tuvieron tiempo de reaccionar y cayeron culminados.
– ¿Qué ha sido eso? – gritó un hombre en el interior de la mina.
– No lo sé, vete a mirar y saldrás de dudas – le respondió otro amargamente.
Lara se pegó a la entrada de la mina a la espera de que llegara el mercenario, y cuando lo hizo le dio un golpe en la cabeza con una de sus pistolas.
– Será mejor que estés calladito – susurró Lara mientras se adentraba más en la mina.
Una vez en el corazón de esta, se ocultó tras una roca y pudo ver a Amanda con otros tres hombres inspeccionando una abertura en el suelo de la mina.
– Traed algo para abrir esto – se quejaba Amanda.
– Hacemos lo que podemos, no sabemos de qué material está hecho este suelo, todo se nos podría venir abajo – refunfuñó uno de sus mercenarios.
– ¡Me da igual! ¡Abridlo aunque sea lo último que hagáis! – gritó de nuevo Amanda.
Lara se acercó poco a poco a ellos, apuntó a uno de sus hombres con una de sus armas y acabó con él.
– ¡Tú otra vez! – se sorprendió Amanda mientras se daba la vuelta para ver a Lara.
– ¿Qué es lo que buscas, Amanda? – preguntó Lara intrigada.
– Lo mismo que tú – la dijo agarrando un cilindro de dinamita con su mano derecha -. Y este es tu fin – la dijo mientras lo encendía y tiraba por la grieta del suelo.
– ¡Espera! ¿Qué? –
Amanda salió corriendo antes de que el suelo temblara, todo se movió y el terreno empezó a romperse. Lara iba a caer por el agujero. Vio a otro matón de Amanda gritar justo en el momento en el que le aplastaba una roca del techo. Todavía quedaba otro, que luchaba por intentar sobrevivir.
Lara intentó retroceder por donde había entrado para conseguir salir de la mina pero al equivar unas piedras que caían del techo se resbaló, no podía agarrarse a nada por mucho que lo intentara y cada vez perdía más los nervios en su objetivo de volver a tierra firme pero… Su caída era totalmente irremediable.
CAPÍTULO 3: HUNDIMIENTO
INTERIOR DE LA MINA.
Lara estaba cada vez más cerca de ese inmenso agujero sin fin. No sabía qué podría haber al fondo… Estaba asustada, todo le recordaba a Egipto, la tensión de saber que estás sola en ese momento, que alguien que fue tu amigo un día ahora te vaya a dejar morir así. Es algo cruel, Lara no murió en Egipto por un golpe de suerte, pero esto es diferente… Ahora no tiene escapatoria alguna.
Miró a izquierda y derecha, tenía la visión borrosa y se quedó tan helada que apenas sabía que podía hacer en ese momento. ¿Sería ese su final? No puede ser, ha vivido tantos momentos duros, pero no como ese, Egipto la dejó marcada de por vida. No volvería a ser la misma. Allí consiguió sobrevivir por puro milagro, pero esta vez era totalmente diferente, un miedo a tal suceso como fue aquel no se olvida simplemente con el paso de los años.
– Si caigo, puedo encontrarme con cualquier cosa… Pero no puedo arriesgarme – gritaba Lara con la poca fuerza que le quedaba.
En su intento de visualizar algo a lo que poder agarrarse divisó al tercer hombre que estaba con Amanda, a diferencia de los otros dos él no era un mercenario. Era un adolescente, moreno con los ojos verdosos. No entendía la razón por la cual alguien como él se encontraba en la misma situación que la arqueóloga pero ahora no era tiempo de pensar en nada más que en cómo salir de la situación, cosa que se hacía más difícil a cada segundo que pasaba.
– Deme la mano señorita Croft – le ofreció el joven. Pero, a pesar de su buena apariencia, ¿podría confiar en él?
– No creo que consiga llegar, estás demasiado lejos – dijo Lara estirando la mano todo lo que podía. Sin ni siquiera pararse a pensar por qué ese sujeto la conocía. ¿Quizás por Amanda?
– Tengo una idea, la única forma sería saltar hacia mí. Es la única forma – sugirió el chico.
– Es demasiado arriesgado, pero… – Lara se lo pensó durante unos segundos, hiciera lo que hiciera corría el riesgo de caer. Puede que eso la salvase.
Lara pegó un salto bien calculado en dirección a la mano del desconocido. Los nervios se apoderaron de ella segundos antes de que… Consiguiera cogerle la mano, le agarró con mucha fuerza e intentó recuperarse.
– Te tengo – gritó el hombre eufórico.
– Gra… Gracias -terminó diciendo Lara con su último aliento.
Momentos más tarde sonó algo que se resquebrajaba, era el pilar en el que se agarraban los dos. Este se partió por la mitad y resbalaron hasta la cornisa del hoyo. Lara se agarró como pudo y agarro al desconocido como él le había agarrado antes. Pero su mano se resbaló y cayó directamente al vacío… Lara quiso gritar pero no encontró su voz, una pequeña piedra cayó en su mano e hizo que esta se desenganchase del saliente. Le quedaba la otra mano, que poco a poco se resbalaba debido a la tierra.
La joven arqueóloga estaba a punto de caer y no podía hacer nada al respecto, la suerte estaba echada y podía pasar cualquier cosa, el fondo era una mar de color negro en el que no se podía ver nada. Ahí abajo podría haber cualquier cosa pero Lara no aguantaba más y su final podía estar muy cerca. Miraba a su alrededor en busca de una enredadera a la que poder aferrarse o cualquier cosa firme que le sirviera de agarre, pero fue en vano y no encontró nada.
Hasta que finalmente Lara terminó por soltarse y caer al vacío…